24 de marzo de 2015

Una grulla en la taza de té, Yasunari Kawabata

He vuelto muy pronto, sí. No pretendía volver en un período de tiempo tan corto, pero me pasó una cosa este pasado sábado (el 21, por si lees esto más tarde) y ello me ha "obligado" a escribir de nuevo en el blog tras un fin de semana pasado por agua.
Esto es lo que me pasó (no es nada especial, pero me alegró el día): estando yo en casa, tranquilamente mirando vídeos en Youtube, me envió un mensaje una compañera de trabajo con la que hacía tiempo que no hablaba. Aparte de ponernos al día con nuestras vidas, me comentó que había empezado a leer uno de los libros que le recomendé en nuestra última charla y que yo misma le regalé en su momento. Me hizo muy feliz ver que la gente confía en mi opinión a la hora de escoger un libro, a pesar de, en cierto modo, obligarla a leerlo tras regalárselo. Ahora que lo pienso, igual la coaccioné un poco con eso, pero me hace mucha ilusión poder comentar mis lecturas con alguien que comparte mi gusto por los libros. ¡Pero bueno! Lo importante es que leerá. Leer es bueno.
A raíz de su comentario, fui a buscar ese mismo libro a mi estantería, y pensé que estaría bien refrescar un poco la memoria y prepararme para poder comentarlo una vez lo acabe, sea cuando sea. Así pues, lo releí. Tras acabarlo esta misma mañana, pensé que, ya que lo había vuelto a leer, tal vez estaría bien que lo comentara aquí en el blog, para que así tú también lo conocieras. Se titula Una grulla en la taza de té, escrito por Yasunari Kawabata (o Kawabata Yasunari, escrito en el orden japonés).


Es una edición de 1969. A pesar de tener algún que otro error ortográfico y de traducción (tampoco puedo criticar mucho este último aspecto, pues mi nivel de japonés es muy básico a fecha de hoy), me gusta mucho esta edición, en tapa dura y con el dibujo de una grulla (supongamos que lo es) en la tapa. Sé que el título del libro en español ha cambiado y ahora lo titulan Mil grullas. Aún así, ya sabes, tenga el título que tenga, seguirá siendo el mismo libro. Para no discutir, diré que el título original es Senbazuru y ya está.

La historia es la siguiente: Kikuji es un chico joven que, desde pequeño, sabe que su padre ha tenido algunas amantes. Una de ellas es Chikako, a quien, en una ocasión, le vio unas feas manchas pilosas en el pecho izquierdo. El joven aborrece a esta mujer que, incluso después de la muerte de su padre, sigue entrometiéndose en su vida sin vergüenza alguna. En una ocasión, lo invita a que acuda a una de las muchas ceremonias del té que ella organiza, experta como es en este tema. A regañadientes, Kikuji acude y allí conoce a otra amante de su padre, la señora Ota, acompañada por su hija. Chikako odia a esta mujer con toda su alma e intenta atormentarla siempre que puede. Aparte, intenta preparar una boda concertada para Kikuji con la señorita Inamura, una chica que acude a sus clases. Es así como el joven se ve invadido por el pasado de su padre, del cual no encuentra manera de salir. Aún así, acabará viviendo nuevas experiencias y conociendo a personas que nunca pensó que conocería.

Para mí, Kawabata es... poesía narrativa. Puede darte la sensación de que, realmente, la trama no tiene demasiados giros argumentales y la historia es algo plana, pero en realidad posee una belleza excepcional. La sencillez de la historia (que en realidad, no es tal) impregna de realismo cada personaje y cada escena. He leído algunas historias más de este autor y nunca me ha decepcionado. Es bello. Bello. Lo repetiré hasta que me canse: ¡bello! Sus historias son como flores que se abren en primavera.

Es uno de mis autores japoneses preferidos, junto con Yukio Mishima, del cual seguro que hablaré en algún momento. Ojalá compartieras mi opinión con respecto a Kawabata, de verdad. Leerlo es como contemplar las estaciones... y voy a parar ya, que seguro que empezarás a vomitar arcoiris.

21 de marzo de 2015

La isla, Aldous Huxley

Hola de nuevo tras casi un mes de abandono. Bueno, no, no he abandonado nada, esta vez la lectura ha sido más larga y he tardado más en acabar; suele pasar cuando pasas de leer relatos breves a novelas: la extensión... cuenta.
Para esta vez, he escogido una novela inglesa de mediados del siglo XX: La isla, de Aldous Huxley. Es el mismo autor de Un mundo feliz, por si te lo preguntabas. Y si no te lo preguntabas, pues eso que te ahorras. Nombro esta novela también porque es el opuesto total a la novela que voy a reseñar en esta entrada. Un mundo feliz era una distopía tremenda, muy del rollo 1984 de George Orwell. En cambio, La isla es una utopía en la que se ponen en entredicho muchos de los aspectos de nuestra vida actual. A pesar de estar escrita en 1962, asusta ver la correlación directa que tiene con la actualidad.


Will Farnaby es un periodista que, tras perder a su mujer en un accidente, acaba viajando a la maravillosa e idílica isla de Pala (totalmente ficticia, pero supuestamente situada en algún lugar del Pacífico). Allí conoce a varios de sus habitantes, que le enseñan el funcionamiento de la isla: sus sistemas de agricultura e industria, su educación, su religión, la filosofía por la que se rigen, etc. Sin embargo, no todo el monte es orégano. Precisamente la rani y su hijo, quien pronto cumplirá la mayoría de edad y, por tanto, se hará cargo de la dirección del país, están en contra de todo ello. Influenciados por el mundo exterior y guiados por su fe inconmensurable en Dios y el progreso, además de mantener una relación muy íntima con el dictador Dipa, están deseosos de llegar al poder y destruir todo aquello en lo que los palaneses creen y han luchado años por conseguir. No sólo con eso, el propio protagonista, Will, es como una especie de espía de Aldehyde, amigo suyo y cabecilla de una de las petroleras más importantes del globo, que pretende entrar en Pala y explotar sus pozos petrolíferos para su beneficio en detrimento del estilo de vida ideal de la isla. Will pretende ponerse en contacto con la rani y, a espaldas de los habitantes que tan cálidamente lo han recibido, facilitar la entrada de la corrupción y la explotación en esta sociedad casi perfecta.

Aunque un poco densa, por los temas que trabaja, la novela me ha gustado mucho, puede que incluso más que Un mundo feliz. Siempre me han gustado las distopías porque, aunque ficticias, retratan un mundo que, a mi parecer, es mucho más real de lo que en un principio pensamos; las utopías, por otra parte, no siempre me han gustado porque lo que retratan suele ser tan perfecto que nunca podría darse en la realidad. Por eso mismo se llaman utopías, sí, lo sé. En cambio, esta en concreto me ha gustado bastante y la recomiendo encarecidamente. Te hace reflexionar sobre la actualidad y ofrece algunas ideas interesantes para tener en cuenta.

Me parece que esta entrada ha acabado siendo muy seria. Contaré cómo encontré el libro. No es que sea una anécdota interesante, pero así rompemos un poco la seriedad.
Me encontraba yo trabajando en Valladolid y me alojaba en unos apartamentos que, justo enfrente, tenían una librería. Todos los días, al asomarme por la ventana o al salir a la calle, veía la tienda ante mis narices, pero no tenía tiempo para entrar. Finalmente, cuando tuve un rato libre, me fui directa a la tienda y estuve escudriñando entre los libros en oferta que tenían expuestos. Fue allí cuando encontré el libro, y no sólo ese, sino los que, hasta ahora, he estado reseñando, los cuentos de Rampo y el de Kirkwood.

Y ahora a pensar cuál será el siguiente. ¿Alguna sugerencia?