¡Buenos, buenos días!
Por fin dispongo de un descanso en el trabajo. Es el primero en meses. Creo que desde este verano no he podido descansar ni un segundo, así que ya iba siendo hora.
Hoy te traigo un libro que, bueno, en realidad leí hace unos cinco años, durante mi estancia Erasmus en Inglaterra. Cursé una asignatura de literatura gótica y, si te soy sincera, disfruté todas y cada una de las clases. Y leí mucho. Mucho, mucho. Tocábamos a un libro por semana, así que te lo puedes imaginar. El paraíso en la tierra...
Entre los libros que leímos estaban El doctor Jekyll y Mr. Hyde, Frankenstein, Zombie y Beloved, verdaderas joyas de la literatura inglesa y americana más inquietante y arrebatadora. Y el libro del que voy a hablar aquí, La balada del café triste, también se encontraba en la lista. ¿Y por qué te hablo de él ahora? Sí, claro, a eso voy. Resulta que en septiembre tuve que pasar una semana en San Sebastián por trabajo y el libro que estaba leyendo entonces (y que sigo leyendo) era demasiado pesado para llevármelo de viaje, así que rebuscando por casa algún libro más delgado que pudiese llevarme lo encontré. Pensé para mí: "Juraría que ya lo he leído, pero no en castellano. Vamos a ver qué tal está, así refresco también la memoria". Y, bueno, lo cogí. Y me lo llevé. Y me lo leí. En dos días. Porque sí, en realidad es un relato corto. Lo suficientemente largo como para publicarlo de forma individual, pero corto al fin y al cabo.
Me alegré mucho de ver que formaba parte de una colección titulada "Obras maestras de la literatura contemporánea", que, por cierto, tengo completa. Ya me he leído algunos de sus tomos, pero todavía me quedan muchos por descubrir. Tiempo al tiempo.
Todo sucede en un minúsculo pueblo del sur de Estados Unidos, un lugar remoto, inhóspito y principalmente rural. Cuenta la historia que, tiempo atrás, vivía allí la señorita Amelia, una joven tosca y callada que sin ayuda de nadie trabajaba día y noche por salir adelante. La vida en el pueblo transcurre sin ningún sobresalto hasta que llega al pueblo un jorobado llamado Lymon que asegura ser primo de Amelia. Ella decide acogerlo en su casa y, "gracias" a su charlatanería, acaba abriendo un café en su cobertizo. El café, aunque austero, se convierte en un lugar de reunión, descanso y diversión para todo aquel que desee pasar un rato agradable, lejos de las penurias del exterior. Sin embargo, la presencia del jorobado trae consigo más de un problema. Y hasta ahí puedo leer.
Es un relato ameno, escrito con un estilo sencillo y directo que resulta muy agradable de leer. La verdad es que me gusta mucho Carson McCullers, y ya tengo algunos de sus libros en mi lista de futuras lecturas. Además, al tratarse de un relato corto, no se hace nada pesado y no te cansas de los personajes ni nada. Totalmente recomendable.